En el contexto de una medicina tecnologizada e hiperespecializada, que parece tener poca disposición para escuchar a les pacientes, el libro Psicoanálisis y medicina propone que la formación médica contemple disciplinas que están ausentes, no sólo el psicoanálisis sino otras como la ciencias del lenguaje y la filosofía de la ciencia. Y analiza la relación fundante que se produce cuando alguien busca el alivio o la cura de una enfermedad: el vínculo entre médico/a-paciente. ¿Qué puede aportar el psicoanálisis a la práctica médica? “Saber que un paciente no es un organismo formado por órganos, sino un sujeto que tiene un cuerpo gozante y que está atravesado por el lenguaje. Saber que hay un deseo porque hay inconsciente, que hay siempre a nivel del lenguaje algo que escapa a la conciencia. El lenguaje toca al cuerpo, lo constituye y es crucial que el médico esté advertido de esto para poder responder de un modo original. Y ese saber ubica al médico en una posición original”, dice la médica psiquiatra y psicoanalista María Marta Giani.
Psicoanálisis y medicina. Entre el sufrimiento y satisfacción (Xoroi Ediciones), es un libro compilado por Emilio Vaschetto que se propone tender un puente entre psicoanálisis y medicina. Una de las autoras, María Marta Giani, conversó con Página/12 sobre los alcances de esa propuesta.
Giani es médica psiquiatra y practicante del psicoanálisis. Miembro fundadora de la Fundación Puertas Abiertas, trabaja en el Departamento de Urgencias del Hospital Franciso Santojanni e integra el equipo docente del departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UBA.
–El libro recupera la historia para hacer notar que médicos y curanderos curaban a través del lenguaje y que los preceptos hipocráticos quedaban establecidos a partir de la amistad del paciente con el médico y viceversa y también amor del médico hacia su arte. ¿Cómo estamos hoy en relación a esto?
–Así es, desde siempre existió la cura por la palabra; antes del período hipocrático, la medicina se basaba en la magia, en la invocación a los dioses o a las fuerzas de la naturaleza. Pero es Hipócrates, el considerado primer médico occidental, quien se acerca de otro modo a los enfermos y le da a la medicina el estatuto de “arte de curar”. Consideraba fundamental la relación entre el paciente y el médico así como su amor al saber. Tengamos en cuenta que hablamos de la época precientífica, en que el médico basaba la cura en la transmisión del saber de un maestro y en la exploración empírica del cuerpo a través de sus sentidos. El arte del médico era el de acercarse al enfermo, mirarlo, escucharlo, palparlo, olerlo. Pasaba horas junto al paciente y nombraba los hallazgos a partir de la experiencia de esa relación.
Hoy en día estamos muy lejos de esa posición inicial, los avances científicos y tecnológicos, la economía, las exigencias sociales, la normatización, fueron alejando al médico del cuerpo del enfermo. Más aún ahora, desde la pandemia, en que estallaron las posibilidades de atención remota y consultas virtuales. Pero lo que persiste es lo que en psicoanálisis llamamos transferencia, o amor de transferencia, que implica la demanda del paciente, su deseo de saber y el deseo del médico, con una circulación de saber dentro del mismo dispositivo.
–¿Pero cuándo dejó de tener valor la palabra?
–En realidad, la palabra comienza a perder valor a medida que avanza la ciencia y la tecnología. La figura del médico se va transformando desde la posición de sacerdote a ser alguien que porta un saber con aval científico y puede llegar a ser confesor de las intimidades de la familia más allá de los padecimientos físicos. Pero a medida que la ciencia avanza, aporta saber al médico, por un lado se logra acceder a la cura de cada vez más enfermedades, pero por otro lo aleja del enfermo. Un claro ejemplo es el estetoscopio: un instrumento creado por el hombre que aleja al cuerpo del médico del del enfermo. Antes de su existencia, el médico tenía que apoyar su oreja sobre la espalda del paciente para auscultarlo. Así el médico comienza a perder el lugar central, de prestigio, que tenía en la sociedad y dentro de la familia. Hoy en día, antes de ir a ver a un médico, cuando alguien recibe un resultado de un estudio googlea los términos que desconoce y se autodiagnostica, después se verá qué tan acertado estuvo ese autodiagnóstico y las consecuencias.
–A lo largo del libro se habla de una tensión entre el discurso de la ciencia (lo universal) y el del paciente (lo subjetivo) ¿cómo se transita o resuelve si es posible esa tensión?
–Ese es el punto al que me refería recién, el discurso de la ciencia es universal, vale para todos, como el resultado de un laboratorio, pero deja por fuera las particularidades de cada sujeto, la subjetivación de su dolor, el momento histórico de un padecimiento, su evolución, las características familiares heredadas, el entorno social y cultural que lo llevan a tener una determinada condición, que no tiene por qué ser una enfermedad o un trastorno. Es decir, los resultados objetivos dejan por fuera las particularidad subjetivas que constituyen a cada sujeto. ¿Y cómo se resuelve esto? Con un simple acto: escuchando al paciente, considerándolo un sujeto. Y cuando hablamos de sujeto, no hablamos de un cuerpo formado por órganos sino de un sujeto que tiene un cuerpo, que está atravesado por el lenguaje.
–”La anatomía no es destino”. ¿Entiende esto la medicina?
–Que la anatomía no es el destino quiere decir que no hay una relación necesaria entre la anatomía y el goce del cuerpo sexuado, y esto es porque interviene el lenguaje y el encuentro con el otro. A los animales no les sucede lo mismo; un animal nace, se alimenta y se reproduce sin que nadie le enseñe cómo hacerlo. Lo que nos diferencia de los animales es el lenguaje. Cada sujeto comienza a constituirse desde antes de nacer por el deseo de los otros, haya sólo una madre, o madre y padre, o dos madres, o dos padres, o un sujeto y la ciencia. Luego será llamado de un modo u otro, será cuidado, amado, maltratado, etc, y eso irá dejando huellas, se identificará con rasgos de los otros, hará sus elecciones y constituirá un cuerpo sexuado particular. Y la medicina no puede desconocer las particularidades de cada uno si quiere responder adecuadamente en cada caso. El médico debe poder escuchar la demanda de cada sujeto y no responder de modo estandarizado ni normatizante. Porque como veíamos antes, hay un desajuste entre lo universal y lo particular. Y para que el acto médico sea efectivo, el médico debe poder escuchar la particularidad de cada uno, caso por caso.
–Decía que el médico perdió ese lugar sacro que tenía hasta no hace mucho ¿por qué?
–Fundamentalmente por los avances científicos, tecnológicos, las exigencias sociales y económicas, la mercantilización de la medicina. El lugar sagrado tenía que ver con su posición de autoridad en un saber determinado y en la creencia y el aval social de ese poder; hoy en día el lugar del médico está devaluado.
–¿Cuál es el modelo actual y cómo se instauró?
–Actualmente rige el modelo biomédico organicista, cientificista, que trabaja sobre el organismo del individuo, sobre las patologías. Se fue instaurando de a poco junto a los avances científicos y socioeconómicos. Por otro lado está el modelo antropológico integral que tiene en cuenta al sujeto en su particularidad, incluye al saber del modelo biomédico pero considerando al paciente dentro de su entorno familiar, social, económico, cultural, histórico. Para esto es necesario escucharlo en su particularidad, por eso una de las ideas principales de este libro es poder transmitir la importancia del lenguaje, el lugar central del psicoanálisis en la formación del médico.
–Hoy ya no hay médicos, hay especialistas, dice Vaschetto, ¿qué implica este cambio en la relación con médico-paciente? ¿qué problemas le ven a la especialización y compartimentación de la medicina?
–Es bueno que haya especialistas que puedan abocarse al estudio de determinadas patologías, el problema es que por la superespecialización el médico se vuelva un tecnócrata. Es como si dijera que ver el árbol solo de cerca no permite ver el bosque. La especialización es efectiva para la detección de patologías y sus tratamientos, pero puede perder de vista el resto. Por eso sostenemos que independientemente de la especialidad de cada uno, los médicos puedan escuchar a sus pacientes, sabiendo de la existencia del inconsciente.
–Ustedes van más allá de escuchar, dicen que debería haber transferencia con el médico. ¿Cómo sería? ¿En qué se diferencia de la transferencia psicoanalítica?
–La transferencia es fundamental desde el momento en que alguien demanda algo a un médico o a un analista porque le supone un saber, y hay que estar advertido de que el saber circula entre ellos, no está solo del lado del médico o del analista. Freud descubre que este dispositivo surge espontáneamente en toda cura y actúa con mayor energía cuando menos se lo espera. La diferencia entre el médico y el analista está en el modo de respuesta de cada uno ante la demanda del paciente. Podemos decir que si el médico está advertido de la existencia del inconsciente (del propio y del del paciente) y de la relación transferencial, puede situarse entre el saber científico y el saber subjetivo de cada uno; así el arte del médico está en escuchar a cada sujeto en la singularidad de su síntoma.
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